Para comenzar a modo de contexto al título, Kropotkin, geógrafo, zoólogo y naturalista ruso, aparte de teórico político y económico, escritor y pensador, según Wikipedia. Escribió un libro llamado “La conquista del pan”. Que, si los más avanzados en letras y comprensión no me corrigen, trata básicamente de lo que el título insinúa: La conquista del pan. Es decir, del alimento. Cuestión que según el propio Kropotkin, es dejada de lado a grandes rasgos en los procesos transformadores de la realidad social de aquel entonces. Y que hoy en día, no tiene mucha diferencia.
Kropotkin planteaba que una de las aristas primarias de toda revolución, guerra, cambio radical, dígase “lucha contra el poder”, debe ser la CONQUISTA DEL ALIMENTO, del pan. Garantizar la obtención de este. Ya que mediante el bloqueo de aquello, las masas en constante lucha no subsistirían. Sucumbirían ante el hambre. Y es que es evidente los estragos que puede provocar el hambre en el cuerpo animal y vegetal. Como así también en el espíritu.
Para que hablar de los desórdenes que pueden generar en cualquier tipo de lucha. Para que hablar de todos los tipos de bloqueos evidentes a lo largo de la historia humana en el camino hacia la conquista de la autonomía y liberación del yugo del poderoso, del patrón. Y es que a los días de iniciada la revuelta de octubre, asomaban los fantasmas acaparadores, los rumores de que se venía un paro de camioneros. Que los saqueos nos dejarían sin comida. La elevación de precios, ¡CHILEZUELA!, entre tantas otras cosas.
Es por esta razón que el motivo de este artículo es fomentar LA CONQUISTA DE LA CHURRASCA. Es hora de materializar esta idea. Es hora de experimentar el espacio público como propio. Es hora de hacer tangible el hecho histórico, la frase cliché, el: “¡Antes todo esto era puro campo!”. Es hora de instruirse en la obtención del alimento. Y no como un capricho ecofriendly, o un acto elevador de moral civilizadora en comparación con países del primer mundo que gozan de gran espacio en sus jardines. Sino que, como un acto revolucionario, reivindicativo de la autonomía del ser humano. Del individuo. De la familia. De los amigos. ¡Del barrio, villa, condominio, población o comuna!
Y es que hoy en día, la mayor independencia conquistable en el corto plazo es la producción del propio alimento. Ya sean en los 2 metros cuadrados de balcón. Colgando desde las protecciones de las ventanas. Entre cuneta y vereda. EN LAS ÁREAS VERDES DE PURO PASTO. ¡Es indispensable tomar acción en este campo de lucha! Plantar un frutal en la plaza. ¡Identificar estos frutales, sacarles provecho! (a modo de dato, a lo largo de Jardín Alto, entre Walker Martínez y Rojas magallanes, existen olivos, duraznos, nogales, paltos, ciruelos, etc.)
Entonces… hagamos visibles las facultades de aquellas personas mayores buenas para sacar estaquitas, gajitos de plantas. Aprovechemos esa buena mano. Hagámonos parte del espacio público, no solo para la protesta, panfleteo y propaganda. Apropiémoslo para la propia subsistencia. Para el alimento, la medicina preventiva y paliativa con hojas, bulbos, flores y raíces. Para el desarrollo de las futuras generaciones en armonía con su entorno. Por la
autoeducación, la propia producción, desarrollo y sustentabilidad. Para de una vez por todas, experimentar, aunque sea en lo más mínimo, la independencia del macro mercado alimenticio, derivados y otros.
Es por estas razones mariposeantes y más, les pido, propongo y suplico: Labren, labremos, sembremos, siembren y plantemos. Planten. Cosechen. Terrenos baldíos, plazas, balcones, ventanas, macetas y maceteros. Por un porvenir en autonomía, salud y alimento. Pero, sobre todo, por un porvenir libre de hambruna y yugo explotador.
Borges
Agosto 2021