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30 días tenía Septiembre

Se acaba septiembre. Mes del golpe. Mes de la patria. Mes previo a la revuelta de octubre. Mes de celebración y recuerdo. Mes de agitación y descontento. Mes de agobio. Septiembre un mes oscuro. Un mes con memoria. Un mes sin olvido.

Un mes bastante especial y es que precisamente en este mes se presentan todos los polos que nos conforman como sujetos pertenecientes al territorio administrado por el estado de Chile.

Los polos patrios se presentan: mientras que pa’ arriba, y un poquito más debajo de ese “arriba” se celebra el golpe; abajo y un poquito más arriba de ese “abajo” se lamenta y recuerda el golpe con rabia y angustia.

En dichos polos también se discute qué es ser patriota. Qué se puede y qué no se puede hacer en estas fechas. Qué es y qué no es consecuente. Una vez más aflora todo lo crítico. Casi por cuestión rutinaria, una vez más nos hayamos hablando de qué es y qué no es lo más consecuente respecto a septiembre. Pero siempre olvidando quienes somos. ¿Y quienes somos? Pues pueblo. Pablo Pueblo, Pueblo hermano. Si. Sin más ni menos, solo pueblo. Pueblo de costumbres, de familias, de amigues, de rutinas y de trabajo. Que jamás se nos olvide eso. Pueblo de trabajo. Pueblo campesino, pueblo minero. Pueblo sastre y pueblo cocina. Pueblo. Y esa es nuestra única patria.

Y es para no olvidar que lo que hoy se celebra en los colegios, salas ministeriales, empresas, etc. No es más que la independencia de la aristocracia chilena ante el yugo colonial de España. Nada más y nada menos. Mientras que el pueblo lo único que celebra, es el cambio de mando. Salen los Incas, entra España. Sale España, entra Chile.

Y no es por menospreciar las “libertades” que aquello significó. Ni los “avances” en materias legislativas que aquello significó. Ni menospreciar la cantidad de gente que murió bajo esta idea de ser independiente. Al contrario. Es indispensable recordar aquello. No para glorificar aquel proceso histórico, sino que para hacer uso de razón de lo que significó para nosotros como pueblo, y lo que ha significado siempre el hecho de perseguir el deseo, el sueño de aquellos de los que no somos parte. El deseo de aquellos que no sufren las mismas problemáticas. El deseo de aquellos que quieren poder. El deseo de aquellos que sueñan con tener más y más. Y es que la diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros no soñamos hacia afuera, sino que soñamos para adentro. Para que ni a ti ni a mi ni a nadie nos falte el pan. Para que nadie esté sin techo. Para que nadie se quede fuera del buen vivir. Esa es la diferencia. No ostentamos el poder. No somos parte del juego de tronos. Al menos no como personas comunes de a píe.

Pero – como siempre hay un “pero” – una vez más nos encontramos en la misma. En busca de la libertad. De la independencia. Solo que ahora no se trata de ser un país soberano. Sino de un pueblo soberano. Donde se garanticen todos los derechos, herramientas, saberes y cuidados que cualquiera pudiera de necesitar. Y es por esto que debemos de partir desde la unidad más básica. De nosotros. De la comunidad y el espacio en el que nos desenvolvemos. El espacio público. El espacio común. Hagamos de nosotros mismos una comunidad libre, independiente. Donde todos los saberes sean para todes. Donde la medicina y el alimento estén al alcance. Donde la educación sea garante del buen vivir. De la solución a las problemáticas del día a día, mas no de la problemática mercantil. Seamos nosotres el piecito que nos impulse hacia la independencia. El piecito que nos haga llegar a la autonomía. A la libre asociación. Al cuidado y subsistencia en armonía. A ver si así tenemos un día con causa y justificación para celebrar nuestra independencia.

Borges
Octubre 2021

JAO Comunicaciones
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