Desde la antigüedad la población humana se ha desplazado en busca de mejores condiciones de vida. A este rincón del continente pueblos originarios se desplazaron y mezclaron por años.
Fue la llegada de otra inmigración que escudada en espadas de acero, cruces y armaduras, invadieron y conquistaron marcando a fuego nuestros destinos. Siglos después y más al sur, otras migraciones, esta vez respaldadas por armas
de fusilería y ejércitos profesionales, ocuparon territorios también habitados por pueblos originarios. El despojo y el crimen quedaron consignados por la historia oficial como proceso civilizatorio y condición indispensable para el progreso.
En tiempos modernos, la migración también ha sido utilizada desde los poderes políticos y económicos, para facilitar la dominación, la sobreexplotación del trabajo y generar división entre pueblos.
En nuestro país, tras sus proclamas de “oasis” y de “visas humanitarias”, Piñera tampoco ha sido capaz de gobernar para la nueva situación. Por el contrario, ha abandonado a los migrantes y a las poblaciones locales a su suerte. Se facilita así la reacción descontrolada y bestial de sectores agobiados por las consecuencias de tener centenares de seres humanos avecindados en condiciones inhumanas.
No es sólo un problema humanitario. También se genera un peligroso potencial político. Para la extrema derecha se abre una oportunidad para generar base social de apoyo para sus concepciones fascistas de enfrentar pueblos contra pueblos. Se facilita además el despliegue de otros abusos. A las lógicas de mercado se agrega las de la delincuencia organizada (que no es lo mismo pero es igual), en que se multiplica el surgimiento de nuevas mafias que controlan y condicionan la vida de grupos migrantes.
Necesitamos pensar, y mucho, en lo que está ocurriendo. Superar esta situación no sólo requiere de solidaridad y humanidad, que por supuesto son indispensables y por tanto no pueden estar limitadas a la individualidad. Se necesita de respuestas políticas que ya sabemos este gobierno decadente es incapaz de comprender y mucho menos de realizar.
La respuesta real se construye en el proceso constituyente y, en el cambio político. Un nuevo gobierno y un programa que genere las condiciones para acoger e integrar dignamente a nuestros hermanos migrantes.
Vivimos tiempos de pensar lo nuevo y diseñar futuro.
El Viejo Topo
Octubre 2021