“Condeno la violencia, venga de donde venga…” ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Y, quedamos esperando que tras este contundente derroche ético le siguiera alguna inquietud acerca de dónde viene esa aborrecida violencia.
Ha sido en vano porque pareciera que no les interesa indagar sobre los orígenes de la violencia. Cabe preguntarse, ¿será que esclavistas, feudales, invasores, conquistadores, colonizadores tendrán la misma idea de violencia que los esclavizados, siervos y pueblos originarios? Porque aunque a algunos les cueste reconocerlo, la cosa es bien clara. La violencia, en la historia de la humanidad, ha sido el instrumento que ha permitido la apropiación, el dominio y el beneficio de unos pocos por sobre el despojo y el sufrimientos de la gran mayoría de los pueblos. Así fue en la antigüedad y sigue siendo en los tiempos modernos.
Las condenas a la violencia sin reconocimiento a la verdad histórica de su origen, no pasan de ser demagogia infértil. En nuestro continente, ante los avances democráticos, de participación y reformas, una y otra vez, la violencia de los poderosos ha sido la respuesta. Chile no fue una excepción. Nuevos sistemas erigidos sobre masacres, cárcel y represión modelan nuestros pasados recientes.
Pero también, una y otra vez, los pueblos se levantan y abren nuevos caminos. Como acá y ahora, que entre todos estamos refundando las bases para construir un nuevo estado democrático, plurinacional, de garantía de los derechos sociales. Confiamos en este proceso constituyente. Pero nuestra confianza no debe confundirse con ingenuidad.
El gran empresariado ha tenido que reconocer que son minoría social y política. Y recurrirán a sus instrumentos de comunicación para confundir y engañar, no trepidarán en boicotear la economía para generar inestabilidad e incitar formas de agresión y violencia promoviendo un clima de inseguridad. Es un libreto que no por conocido se puede desestimar.
De ahí la gran importancia del trabajo constituyente, en especial de las comisiones de Verdad Histórica, de Derechos Humanos, de Participación Social y de Pueblos Originarios. La única garantía de avance democrático está en la legitimidad de la demanda y movilización popular, en nuestra capacidad de seguir construyendo mayoría y unidad social.
El Viejo Topo – Agosto 2021