Hay quienes hacen malabares para llegar a fin de mes, para comenzar el mes, para sostenerse y mantenerse; hay quienes se hacen las/os chistosas/os, payasas/os, mimos y actores, otros amenizan el ambiente con su música y destreza, otras y otros danzan a la vida y demuestran los dotes de la cuerpa humana y su movimiento. Al contrario, hay quienes pintan su cuerpo y simulan la rigidez de una estatua, otros y otras inflan globos y le dan divertidas formas, otras hacen títeres, marionetas, teatro de sombras, en miniatura, están incluso las y los chinchineros o quienes se bailan una patita de cueca, de festejo afro peruano, de breakdance en alguna esquina de las urbes de Chile.
El arte callejero es para muchos y muchas el único acercamiento a lo que entendemos como “cultura”, el graffiti y muralismo es lo más parecido que tenemos a una Capilla Sixtina y el Buda de Plaza de Armas es lo más parecido que tenemos a un Miguel Ángel, pero su propio cuerpo es un bloque de mármol, que amolda a su conveniencia, tras un aporte solidario y consciente. En chile no existen espacios para el desarrollo de arte, para la formación de productores/as o creadores/as; pues se considera al arte como un servicio de segunda categoría. Lo ideal para el orden neoliberal es que no haya arte más que en sus espacios de elite con nombres de marcas, Nescafé de las Artes, Movistar Arena…etc.
Pero “el artista de baja clase”, como cataloga Lechero Mon, en su canción “La calle es Arte”, producida por ZKT1, al artista callejero/a, pese a no contar con apoyo, protección ni fomento, desarrolla su oficio en el espacio público, sin permiso, por amor a su arte y por terapia, por resistencia política-artística. Por pura porfía se llena de color, ruido y movimiento, la ciudad gris del neoliberalismo chileno. Por ello no es extraño que los maten, pasó en Brasil el 2018, cuando un fascista le disparó a Matías Galindez, malabarista uruguayo de 28 años, por no comprender que el arte callejero era un oficio, un trabajo, no mendicidad; o por no ir más lejos el acribillamiento en su lugar de trabajo de Francisco Martínez, malabarista de Puente Alto, asesinado por los pacos en Panguipulli. Los y las artistas callejeras son parte del enemigo peligroso, son desobediencia y resistencia, son la primera línea del arte.
Kimün Kultural de Abel – Abril 2021