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Anticapitalismo: Sueños de transformación social

¿Por qué si objetivamente nuestras ideas de justicia, solidaridad, respeto al medio ambiente, antipatrialcalismo y otros valores que nos son tan importantes, no movilizan apoyos sustanciales de la población? Incluso, suelen simpatizar con las ideas del sistema, algunas muy reaccionarias. No recurramos a respuestas fáciles: la gente no entiende – falta educación. Esas respuestas nos ponen en un lugar de superioridad
que no nos corresponden. Es cierto, el sistema tiene un tremendo poder de control para contrarrestar cualquier
política emancipatoria. Pero tratemos de buscar otras respuestas.

El atractivo siempre presente de las políticas del sistema y sus partidos políticos es que representan una fuerza de orden. Pero ¿por qué el orden podría tener tanto atractivo para los que no pertenecen a la clase dominante? Vivimos en una sociedad que reproduce una paradójica tensión constitutiva. Por una parte, estamos atomizados convertidos en individuos sin vínculos fuertes con el prójimo. Por otra parte, nunca existió, en la historia de la humanidad, una
interdependencia tan grande en la producción de lo social. Tal interdependencia exige que todos hagamos nuestra parte del trabajo en la sociedad. Si, por ejemplo, el responsable de la sala de coordinación del Metro decidiera no hacer su trabajo, millones de personas se verían afectadas.

Como individuos que vivimos inmersos en esta tensión, experimentamos una angustia por la continuidad del orden social y de nuestras propias vidas, considerando la vulnerabilidad de ambos. El atractivo político que tienen los llamados al orden que lanza el sistema, deriva de esa angustia del desorden catastrófico. No importa si se trata un grupo narco, un sindicato en huelga legal o un colectivo que realiza una justa acción directa: cuando cunde el temor a la disolución del orden social, prosperan los llamados al orden.

De nada sirve protestar contra esta situación: es constitutiva a la sociedad en la que vivimos. No es solamente una cuestión de actitud, que pueda remediarse con mayor educación política. Si la sociedad percibe un riesgo que amenaza la vida social la opción de “orden” es perfectamente racional y comprensible en ausencias de otras factibles
y mejores. Seguramente los medios de comunicación y la cultura dominante ponen importantes obstáculos a la política emancipatoria. Sin embargo las mayores dificultades tienen que ver con que nuestras propuestas suelen ser ni factibles ni mejores.

En nuestra sociedad los vínculos de la vida social , están estructurados a través del mercado y del Estado . Ambos han penetrado y transformando de tal manera la vida social, que no hay sociedad fuera de ellos. Si súbitamente desapareciera no quedaría una humanidad liberada sino un caos catastrófico: la ley de la selva. La sociedad cooperante que nosotros visualizamos ahora, no es una sociedad que está por fuera del estado mercado. Es el primer peldaño de la resistencia al poder que va construyendo las condiciones para una vida emancipada.

Esto determina que plantear una estrategia política externa al mercado y al Estado es plantearla al exterior de la sociedad. Una política emancipatoria que se presente solamente destructiva del orden social que solo realiza vagas promesas de un nuevo orden social, no contara nunca con importantes apoyos ,porque las personas percibirán correctamente , que esa alternativa pone en riesgo la vida social. En suma, un salto al vacío.

Tenemos que tomar en cuenta que las normas e instituciones que permiten y organizan la dominación y la explotación al mismo tiempo estructuran la vida social toda. Necesitamos una estrategia y una actitud militante que explicite el camino de transición que permita reemplazar al Estado y al mercado por otras formas de gestión de lo social , formas que garanticen la continuidad de la compleja vida social de hoy . Es necesario una estrategia que apunte a reemplazar al Estado y al mercado por instituciones políticas de nuevo tipo, capaces de gestionar el cuerpo social. Instituciones políticas que garanticen las tareas sociales, las que por su complejidad, el cuerpo social  espontáneamente, no está en condiciones resolver . Esta política emancipatoria, tiene que asumir la gestión alternativa (actual y concreta) de lo social. No existe política autónoma ni autonomía sin asumir responsablemente lo global de la sociedad realmente existente. No significa, lo anterior, que los anticapitalistas tengamos que gestionar el capitalismo de un modo un poco menos opresivo. Tenemos que tener dispositivos propios(del pueblo) ,capaces de gestionar globalmente la sociedad actual, mientras avanzamos a un mundo sin capitalismo.

Ignacio Cornejo
Agosto 2021

JAO Comunicaciones
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