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Despertar Champurria

Todos los lunes, muy temprano,
te harán cantar los himnos varios,
con devoción mirarás la bandera,
con devoción admirarás, a todos esos héroes
que en la historia dieron la vida, por tí,
sin que lo pidieras.

(Sexual Democracia, Canción pacífica violenta)

Fuimos chilenxs, por derecho adquirido, por la casualidad de nacer en determinado territorio, adoptamos la banderita tricolor, las tradiciones y la cultura….la identidad. ¿Cuál identidad? La del 18 de septiembre, esa del huaso y la china, del palo encebado y la empanada. De la curadera de 3 días, de la selección chilena, del chi-chi-chi le-le-le; una chilenidad sin morenidad, que en el día de la independencia se disfraza del patrón de fundo; sin conexión con la historia prehispánica y los pueblos-naciones que habitaron Chile. Una identidad vaciada de contenido histórico, político y social, con la eterna pretensión de ser primer mundo

¿Cuándo? No sé, pero hubo un quiebre, que lentamente fue fisurando esta identidad (más parecida a una máscara) que ocultaba nuestra piel morena y ojos rasgados; recuerdo asombrado el racismo que de niño noventero vi hacia los bolivianos y peruanos, ese desprecio hacia el vecino y hacia el indio, en la televisión, en la escuela y en la calle. ¿Qué pasó, que fuimos de ese chile “blanco, rojo y azul, con la cara pintada”, al Chile revoltoso del 18 de octubre, con la bandera mapuche y la wiphala desfilando por las calles tomadas?

Parece que lo que despertó no fue solo Chile. Despertó junto al chileno y la chilena, que se tomó las plazas, las calles y los parques, para levantar cabildos y/o barricadas, una identidad oculta y por años negada, una identidad hija del sincretismo cultural, que es el fenómeno donde se mezclan diferentes culturas, que incluso son totalmente opuestas. La identidad mestiza o champurria, que abraza la historia de resistencia del pueblo mapuche; que comprende y siente una responsabilidad histórica con el resto de los pueblos naciones que habitan el territorio, por los años de negación y marginación o del exterminio que sufrieron por parte de los colonos que construyeron zoológicos humanos para “conocer” las tribus del nuevo mundo.

Chile estuvo dividido por siglos entre el pueblo chileno y el mapuche, Chillan y Temuco fueron conocidas en algunas décadas como La Frontera (de ahí el nombre de la Universidad de la Araucanía), hacía el sur, estaba el pueblo mapuche, y al norte el pueblo chileno controlado por la elite española; en el centro, en La Frontera, surge una identidad mestiza, que incluye también a afrodescendientes que fueron traídos para ser explotados y esclavizados; ahí nacen aquellos que no son mapuche, no son españoles y que no se sienten tampoco representados por una naciente nación chilena; los huachos como le llama Salazar, los y las champurria. De este mundo surgen los malones, fiestas descontroladas y que duraban semanas, y también la cueca, que según Luis Lebert, es la conjunción de ritmos africanos, mapuche y andaluces, por excelencia.

Hoy de champurrias esta atestado Chile y somos quienes sentimos mucho recelo de los estandartes tricolores y de esta patria unitaria, y que sin ser mapuche, valoramos y abrazamos esa causa y esa cosmovisión, sintiendo como en nuestras venas corre ese kimun (conocimiento), y como nuestro piwke (corazón) palpita a todo ritmo, desde que nacimos un “Amulepe taiñ weichan” (que siga la lucha) y un “Marichiweu” (10 mil veces venceremos). Yo nunca he colgado la bandera chilena, ni la he portado con orgullo…de hace tiempo no grito un viva chile, pues como dice un funado por ahí. “si algún día grito un viva Chile, será el día en que Chile sea del pueblo libre”, corrijo…de los pueblos libres.

¡Buen inicio de ciclo para todes, que nuestros colores tiñan orgullosos el camino hacia una nueva patria Plurinacional y libre de la depredación del capital!

Kimün Kultural de Abel – Junio 2021

 

JAO Comunicaciones
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